sábado, 14 de mayo de 2011

La fábula del flautista

Sentado en el muro de antaño, escucho filas armoniosas que cantaban, debes ser, quieres ser y terminaban con un maravilloso coda de "serás".
Llegué a mi casa busqué la canción y la puse al revés, tenía un mensaje subliminal, donde me decían "eres mío, eres nuestro, nos perteneces". Al parecer tenían razón, aunque me negara, hacía lo que ellos querían. Córtate el pelo!, me lo cortaba; has como que sabes, y hablaba de filosofía y temas de intelectual; respétanos, que tal señora Nancy, como estuvo su día, preguntaba yo todas esas frías y oscuras mañanas.
La melodía era muy extraña, tan así, que me salieron dos enormes jorobas. Me cansaban de vez en cuando, pero no importaba, nada me importaba tanto como para quitármelas de encima, la verdad hasta me gustaban.
Era todo mentira, odiaba esas horribles jorobas, no las quería, también odiaba esa musiquita que cantaba el pueblo entero, hasta que llegó un día donde me harté de todo y me saqué las jorobas. Dolió como el demonio, me sigue doliendo hasta el día de hoy el no tener jorobas.
Al día siguiente en vez de tener un par de bultos en la espalda, tenía unas garras horribles, al parecer a la gente le daba miedo, ya que estaba muy solo, pero que más daba, ya estaba en eso, acepté el estar solo y le tome el gusto, como a la carne a punto. Me puse a casar y busqué a los músicos de aquellas vez, rompí sus instrumentos y jamás los volví a ver. Entonces renací, me sentí libre sin la música que me decía a donde ir, sin nadie a quien ofuscar, ya no me importaban, ya no me importaba nada. En ese momento supe que era libre.

No lo tomen más que una vil y simple fábula de niños

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